Cómo conservar cada tipo de queso en el frigorífico para que dure más tiempo

Cómo conservar cada tipo de queso en el frigorífico para que dure más tiempo

En el aperitivo, como aditivo en las comidas o de postre. Como se suele decir, nunca es suficiente queso. De hecho, se estima que en el mundo existen más de 2.000 variedades distintas, de las cuales el 10% se elaboran en España. No es de extrañar si consideramos que tenemos una cultura muy arraigada a su consumo. Tanto que acostumbramos a incorporarlo en la dieta diaria y lo elegimos como ‘souvenir’ al pisar tierra foránea.

Sea como fuere, es raro el hogar que no cuenta con su presencia en la nevera. Frescos, curados, al vino, azules, cremosos, de oveja, de cabra… Hay opciones para todos los gustos, bolsillos y usos se le quiera dar. Y es que independientemente de cuál sea nuestro predilecto, como dicta un refrán popular, ‘con queso, pan y vino se anda el camino’.

Ahora bien, como es de esperar, no todos tienen la misma perdurabilidad y, de no consumirse en tiempo récord, terminan adquiriendo un aspecto verdoso. Hay trucos para aumentar su ciclo de vida y evitar que este moho aparezca tan rápido. Para ello, hay que atender a las características individuales de la porción que se ha adquirirlo. De ahí dependerá el método de conservación.

Cómo conservalos en el frigorífico

No todas las cuñas deben manipularse del mismo modo. Por ello, a la hora de sacarlos de su envoltorio original, hay que atender a las peculiaridades de su tipología para saber cómo guardarlo correctamente. Así, según un experto, si se trata de una variedad que tiene cera, lo más recomendable es envolverlo simplemente en papel ‘film’.

Hay que prestar especial atención a aquellos que contienen un alto índice de humedad en su composición, como los untables o los de crema, los mantecosos como el Manchego o los azules. Para estas porciones, se aconseja cortar papel de cocina y colocarlo en la base de un recipiente hermético. Esto ayudará a absorber esa humedad sin llegar a resecar o deshidratar el producto, ya que tan solo retiene el exceso de líquido. Eso sí, el profesional indica que se debe cambiar el papel cada tercer día.

Si se trata de un Cheddar, sugiere envolverlo en papel absorbente y meterlo bien sellado en una bolsa ‘ziploc’. La clave está en extraer el oxígeno del interior para evitar que se seque. Cuando existan dudas sobre el método más recomendado, el experto indica que hay una opción apta para cualquier tipo de cuña: una bolsa con cierre hermético. Pero si hay un truco que nunca falla, y que es el favorito de este profesional, es «guardar el queso en el estómago».

¿Se puede congelar?

La respuesta rápida es que sí, pero con asterisco. Y es que, aunque introducirlo en el congelador no comporta ningún riesgo para la salud, el sabor cambia sustancialmente. El motivo es que al someterlo a temperaturas tan bajas, se destroza parte de su estructura. Además, es muy probable que al descongelarlo el queso se rompa con suma facilidad.

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