Garfield, el gato más vago y glotón, salta a la gran pantalla

Garfield, el gato más vago y glotón, salta a la gran pantalla

Decía Santiago Segura este mismo lunes, durante la ‘premiere’ de ‘Garfield, la película’ ante un público entregado, que el filme era tan bueno que ni siquiera su doblaje había podido estropearlo. La broma tiene su gracia porque lo cierto es que el trabajo en el estudio de sonido resulta más que solvente, con una Alaska electrizante como Jinx, la neurótica villana de la función, un Pepe Rodríguez –sí, el cocinero de ‘MasterChef’–, que transforma su voz para convertirse en Roland, uno de los dos esbirros de la pérfida gata, y por supuesto un Segura en su salsa, como el gato más glotón y vago del panorama audiovisual.

A punto de cumplirse cincuenta años de la aparición de la tira cómica, Mark Dindal, responsable de la divertida ‘El emperador y sus locuras’, dirige esta nueva película del felino en la gran pantalla, apoyándose en un guion escrito a seis manos por Paul A. Kaplan, Mark Torgove y David Reynolds. Una a una, la cinta, que hoy llega a la cartelera, recoge todas las peculiaridades que han hecho célebre a la mascota: desde su pasión por la comida y, especialmente la lasaña, hasta su vagancia –«nunca he saltado, punto», llega a decir durante la película–, pasando por el humor cínico y sarcástico del que hace gala cuando la situación lo requiere.

Pero ‘Garfield, la película’ añade una interesante tercera dimensión a un personaje que casi siempre ha estado atado a la tiranía de las viñetas. «Es muy emocionante ver a Garfield fuera del corsé de la tira cómica», reconoce Jim Davis, creador de la célebre mascota. «Obviamente se profundiza mucho más en el personaje gracias a la animación. Si no, ¿qué sentido tiene hacerla?», se pregunta en las notas de producción.

La película comienza con el gato naranja pidiendo pizza de peperoni y lasaña, vía móvil, para, acto seguido, contar la lacrimógena historia de sus orígenes: su padre, Vic, lo abandonó en uno oscuro callejón, del que salió por sus propias patas, animado por el embriagador olor de una pizzería. El cachorro Garfield se pegó al cristal del restaurante y allí estaba Jon, más solo que la una, dispuesto a zamparse una pizza, cuando vio la carita de pena de aquel simpático minino. «Así fue como adopté a Jon», desvela Garfield. Después llegaría Odie, el atolondrado perro, y un hogar en el que los tres son felices.

Pero la tranquilidad se trunca una noche, cuando Garfield se despierta para el tentempié de la madrugada y Oddie y él son secuestrados por Nolan y Roland, dos perros que actúan bajo las órdenes de Jinx. La gata pasó cinco años en la perrera al ser detenida cuando ella y Vic robaban leche de una granja. En venganza, la felina obligará a los tres a realizar un arriesgado robo en el que Garfield, junto con Odie, no solo se verá forzado a dejar su perfecta vida llena de comodidades, sino que también deberá reencontrarse con su padre, limar asperezas y reconducir una, hasta ahora, inexistente relación.

Diversión para los más pequeños

Desde esta premisa, Dindal construye un particular camino del héroe para Garfield y los suyos, lleno de peligros y cómicos trompazos que harán las delicias de los más pequeños, pero podrían cansar a los más mayores. Un trayecto que les llevará a trabajar en equipo, fortalecer sus vínculos y conocer a nuevos personajes e, incluso, una insólita historia de amor, con un puntito, todo hay que decirlo, cursi.

Con una animación algo rígida y más básica de lo que mandan los cánones –hay alguna que otra secuencia impactante, como la que discurre sobre los vagones de un tren y que remite a entregas de franquicias como las protagonizadas por Indiana Jones o Ethan Hunt–, quizá por aquello de dar cierta continuidad a las viñetas originales, ‘Garfield, la película’ es un filme pensado fundamentalmente para los niños, sin dobles lecturas.

«Su actitud, esa increíble confianza en sí mismo, hace que se meta en problemas», reflexiona Dindal. «Por eso, cuando pisa el exterior no se siente intimidado. Está seguro de que todo va a ir como la seda. Eso ha sido algo muy divertido con lo que jugar, sobre todo porque lo hemos llevado todo a un punto absurdo de vida o muerte», señala el realizador.

Parte del éxito del personaje es que Davis atribuyó pensamientos y sentimientos humanos al gato, haciendo que los lectores e identificasen. «Nos hacen sentir culpables por comer demasiado, no hacer ejercicio y dormir demasiado. Garfield nos libera de esa culpa al disfrutar de todo sin restricciones», dice el dibujante, que optó por un gato para destacar sobre la cantidad de perros que aparecían en los cómics de la época. Es una pena, pues, que la película no destaque e incluso se sienta pobre entre propuestas similares.

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