Viva Suecia sana su herida en el Warm Up con un concierto histórico

Viva Suecia sana su herida en el Warm Up con un concierto histórico

El concepto de revancha suele tener connotaciones negativas y muy mala prensa, pero a nadie se le escapa que, en la segunda jornada del Warm Up 2024, el concierto de Viva Suecia tenía mucho que ver con esa segunda oportunidad macerada con la rabia de lo que no pudo ser y las ganas indestructibles de doblar esfuerzos, méritos y cumbres. Lo que la lluvia nos quitó el pasado año, entre otras cosas, fue la oportunidad de disfrutar en directo con una banda que selecciona con infinito cuidado las fechas para jugar en casa, tratando así de no abusar de la amabilidad del hogar y convertir cada regreso en un acontecimiento. Pues bien, esa última sensación fue la que recorrió la piel erizada, la garganta desatada y el corazón en el puño de la memoria de todos y cada uno de los presentes en La Fica cuando el conjunto local se subió al Escenario Estrella de Levante pasadas las nueve de una noche que, a partir de ese instante, se convertiría en recuerdo imborrable.

La preciosa excusa era festejar por todo lo alto los diez años de una trayectoria a la que no se le conoce traspiés alguno. Una ruta que se inició con pequeños grandes fogonazos que todavía tiemblan en su condición tanto de presentación en sociedad como de declaración de intenciones y que adoptaron la forma de revelación total en los enormes ‘La fuerza mayor’ y ‘Otros principios fundamentales’, discos a los que siguió el excelso ‘El milagro’ y un ‘El amor de la clase que sea’ que tuvo que batallar injustamente contra el prejuicio, los brazos cruzados y la ceguera de quienes prefieren la ausencia de movimiento antes que el salto a un vacío que, en este caso, resultó estar lleno de grandísimas canciones.

Distintas obra y etapas unificadas por unos directos siempre certeros en los que cada tema, sin excepción, aumenta su intensidad, alcance y capacidad de victoria. La poética de la grandilocuencia, la hermosa estrofa que anticipa la llegada de un estribillo con mirada de león herido, el relámpago que cruza cornisas, aceras y campos para retumbar bajo los pies y remover la lágrima furtiva. Los conciertos de Viva Suecia, en definitiva, se han caracterizado todo este tiempo por ser un espacio de escalofrío y celebración donde cada rostro se torna familiar, cada canción se recibe con un aullido y cada pieza juega a favor del equipo. Del que se sitúa encima de las tablas y del que se forma a los pies de estas. Pocas bandas de la actualidad musical española cuentan con un directo de semejante nivel, algo que quedó reflejado, y de qué manera, en La Fica.

Desde la apabullante apertura con ‘No hemos aprendido nada’ hasta el impresionante cierre con ‘El bien’, el grupo, apoyado en una espectacular puesta en escena, la participación puntual de una fantástica sección de vientos, unos coros de Belter Souls que nos elevaron hasta la mismísima luna recién nacida y una inquebrantable química establecida entre todos los componentes, conexión a la que se ha sumado una Carmen Alarcón cuyo fichaje resuena con el aura de las decisiones perfectas, presentó un magnífico trayecto musical marcado por las circunstancias que rodean a un cumpleaños.

En ese sentido, la fiesta contó con invitados de auténtico lujo como las Ginebras, elección perfecta para el éxtasis colectivo de ‘Amar el conflicto’, Rozalén y Bienve Campoy (estremecedora ‘Gracias’) o Jesús Cobarro y los hermanos Fran y Jorge Guirao de Second en una explosiva ‘Hemos ganado tiempo’. La amistad, respeto y generosidad, una vez más, tejiendo gran parte de la bandera sueca.

Asimismo, a lo largo de la actuación pudimos montarnos gustosamente en el DeLorean para desgañitarnos con las soberbias ‘Los años’ o una ‘A dónde ir’ en la que contaron con la colaboración de Gabriel de la Rosa, vocalista de Shinova, y apostamos a favor del aquí y ahora con ‘Hablar de nada’, ‘Justo cuando el mundo apriete’, ‘Lo que te mereces’ o ‘La voz del presidente’, auténtica cima de la formación. Por último, seguimos en el terreno del presente, hay que resaltar que ‘La orilla’, el último y deslumbrante tema publicado por la banda, aprovechó su estreno en vivo para sumarse de inmediato como pieza imprescindible de un repertorio cuyo carácter atemporal se escribió en Murcia con la ‘a’ de aniversario y acontecimiento.

Tarden lo que tarden, esperaremos con una mezcla de impaciencia e ilusión renovada la vuelta a casa de Viva Suecia. Porque sabemos que merecerá la pena. Todavía más después de un concierto que sirvió para cicatrizar de la forma más memorable posible la herida provocada por la ausencia obligada del pasado año y está escrito, desde ya, con letras de oro en la historia del Warm Up.

La felicidad de Sidonie

Al fin y al cabo, es lo que tienen las propuestas infalibles, un sector en el que llevan casi treinta años asentados Sidonie. Cerca de tres décadas en las que los carismáticos Marc Ros, Jesús Senra y Axel Pi han ido evolucionando hasta dar con un sonido propio y totalmente reconocible donde conviven la psicodelia, la música disco, el power pop, el rock, el góspel, el folk y hasta pequeños coqueteos con la electrónica y los ritmos latinos. Todo cabe en una coctelera que, eso sí, sigue a rajatabla los dictados del Santo Libro de Brian Wilson, los mandamientos Beatles y la filosofía de convertir cada concierto en una fiesta general. De ‘Cedé’ a ‘No salgo más’, pasando por paradas obligadas (y maravillosas) como ‘El peor grupo del mundo’, ‘El incendio’, ‘Un día de mierda’, ‘Carreteras infinitas’ o ‘Fascinado’, la cita con el grupo barcelonés, la cual contó con una altísima cantidad de público a pesar del asfixiante calor que gobernaba el recinto pasadas las siete de la tarde, se saldó con un subidón de felicidad y numerosas melodías que nos tendrán silbando y canturreando durante días. Ojalá un concierto de Sidonie a la semana.

Desde Atlanta con amor y rabia

Tras la armonía, claro, llegó la tempestad. Y la actitud socarrona, el aspecto chulesco, el nervio imparable y las guitarras afinadas entre el humo, la cerveza y los baños sucios de las cantinas. Black Lips van de frente, entran sin llamar y se plantan frente a ti para, sin mediar palabra, lanzarte un fabuloso gancho de garage rock, punk y country a trescientos kilómetros por hora directo a la mandíbula. Y así, sin darte apenas cuenta, estás moviéndote de forma diabólica con ‘Holding me holding you’, ‘Angola rodeo’ y ‘Hooker Jon’, los mejores temas que sonaron en un concierto tan breve como intenso. Una banda que nació a finales de los noventa, pero que respira el mismo oxígeno que los grandes titanes del género. Desde Atlanta con amor. Y rabia.

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