Andrés Trapiello, en el Aula de Cultura de LA VERDAD: «Soy un escritor solitario, aunque hoy no lo parezca»

Andrés Trapiello, en el Aula de Cultura de LA VERDAD: «Soy un escritor solitario, aunque hoy no lo parezca»

El encuentro de Andrés Trapiello en el Aula de Cultura de LA VERDAD, en colaboración con la Fundación Cajamurcia y la Fundación Vocento, fue todo un acontecimiento, con un auditorio bastante concurrido e interesado en escuchar al autor de ‘Salon de pasos perdidos’, ‘Madrid’ o ‘Las armas y las letras’, un libro que Pepe Pérez-Muelas, que condujo el acto, consideró un «monumento». «Yo fui un muchacho que tuvo que ir pronto de su casa», se definió Trapiello, negando ser un melancólico. «La melancolía no niega la alegría, es una zona intermedia». Dijo que le debe mucho a los libros, «una especie de condición de necesidad para otras cosas, pero no son un fin en sí mismo». «Yo soy un escritor, básicamente, un hombre que reflexiona mejor escribiendo que hablando», insistió Trapiello. «Un hombre que escribe y que pasea y que ya hecho cosas», añadió, y a quien le ha gustado también descubrir otras cosas. «También soy un escritor solitario, aunque hoy no lo parezca», hizo reír al público. «El único día que socializo es cuando voy al Rastro».

Sobre su biblioteca, el escritor, traductor y editor indicó que tiene color tostado y pajizo porque está hecha de libros viejos. Aunque aclaró que es más que un coleccionista de primeras ediciones, junto a su mujer, Miriam Moreno Aguirre, de escritores grandes y pequeños, anotó, «pues de los que no sacas nada es de los mediocres». Cuando sale un libro de su casa camino del librero de viejo dijo que se siente más feliz, y cada año salen alrededor de 1.000, calculó (los últimos los de novela inglesa que ya no volverá a leer). Tampoco es partidario de prestar libros; en todo caso, sí de regalarlos. «Para leer mucho, comprar poco», citó a Juan Ramón Jiménez.

Para Trapiello hay una necesidad de revisar los lugares comunes para saber si son de verdad. Recordó que su hijo Guillermo le dijo con 8 años que quería que le comprara una espada en el Rastro madrileño, y cuando por fin fue un día acompañado del niño encontraron hasta cinco, lo que le permitió desarrollar «la teoría de las espadas»: que hay cosas que llegan cuando uno está preparado, y que el Rastro te enseña a reconocer aquello que llevas dentro y que eres. Dijo Trapiello que su vida nunca ha sido dura, pero sí atravesó dificultades para colocar sus colaboraciones en prensa, y para dar visibilidad a sus libros, por eso durante un tiempo en que se veía «como muerto» reconoció que llegó a sentirse muy a gusto en el Museo del Romanticismo de Madrid, porque sentía que allí no desentonaba. Y esto lo decía, insistía, sin tenerse por melancólico, como le incidió Pérez-Muelas.

Manifestó su suerte por haber conocido pronto al pintor murciano Ramón Gaya, de quien fue vecino y amigo, uno de aquellos españoles «que perdieron la guerra y el relato». Otros amigos murcianos son Pedro García Montalvo, Eloy Sánchez Rosillo, pero también gente del círculo gayistae Gaya como Rafael Fuster, Juan Ballester y Pedro Serna. Entre el público estaban, además del director de LA VERDAD, Alberto Aguirre de Carcer, y del presidente de la Fundación Cajamurcia, Carlos Egea, otros reconocidos seguidores del autor leonés, ante los que reconoció sentirse muy orgulloso de su aportación para que el Quijote haya sido mejor entendido y leído por generaciones de lectores.

Superioridad moral de la izquierda

Sobre la guerra civil española y lo que plantea su libro ‘Las armas y las letras’ Trapiello afirmó en Murcia que los mejores intelectuales no estaban del lado de la República, porque también los había en el otro lado, y dijo que «quizás esto enrabietó mucho a la gente que había vivido en el relato de las dos Españas». Víctimas de ese empeño en ver el lado bueno y el lado malo de la historia fueron, y cito como ejemplos, el periodista Chaves Nogales, la escritora Elena Fortún, y la también escritora y política Clara Campoamor. «Hay una necesidad de leer las cosas como textos vírgenes sin condicionantes académicos», incidió. Lo que replanteó este libro, recalcó Trapiello, es devolver a los lectores textos de autores menospreciados para que los leyeran y juzgaran por sí mismos. Según Trapiello, «la cultura sigue siendo un monopolio de la izquierda», aunque, remarcó, los principios de la ilustración ya los asuma también como propios la derecha.

El invitado del Aula de Cultura de LA VERDAD echó en falta que los intelectuales de izquierdas sean más concretos en cuestiones de actualidad como por ejemplo la amnistía y el indulto a Puigdemont y a los independentistas condenados por el ‘procés’, y achacó a los bulos interesados, entre otras cosas, la división de este país.

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