Cuatro libros que te harán pensar

Eduardo Ruiz Sosa, quién tuvo un recuerdo para el editor Paco Robles, fallecido en enero de 2023, incidió en que ‘El libro de nuestras ausencias’ (2022), uno de sus proyectos más celebrados, tiene que ver con dos cosas básicas: el contexto de las desapariciones de gente por el narcotráfico en el noroeste de México y el vacío legal que hizo que en 2012 y 2013 las familias de los desaparecidos fueran quienes se dedicaran a buscarlos. Las madres, las esposas, las hermanas, las hijas… buscan las fosas clandestinas de sus desaparecidos entre 2006 y 2010, en que se vivió un periodo de violencia desproporcionada.

Muchos de los cuerpos «levantados» por los narcos desaparecen totalmente y se descubrió hacia 2011 que había un gran número de fosas clandestinas. «Las rastreadoras han sido perseguidas por la policía corrupta, por el estado y por el crimen organizado, un trabajo legal muy peligroso en México», recordó Ruiz Sosa. La idea del libro era que no es que las víctimas no tengan voz, sino que no quieren ser escuchadas. El escritor nacido en Culiacán (México) y afincado en Barcelona manifestó que este libro es por tanto una caja de voces de gente que ya no puede hablar, pero sí sus familias. Una manera de escuchar a las víctimas. Prosa fragmentada como cuerpos rotos y familias quebradas.

Olivia Martínez Giménez de León se mostró satisfecha de formar parte del catálogo de Candaya, «una editorial que se arriesga estética y éticamente». Publicó ‘Los años del hambre’ (2022), un libro de poesía que no sigue determinadas reglas sociales, con prosa poética y temáticamente sale de determinadas formalidades. Pone voz a espacios que normalmente no son nombrados como la marginalidad, y la vulneración corporal y emocional. Viene a ser la primera parte como un periodo de nueve meses, una época de la infancia en la que se produce una fractura y se extiende a partir de ahí por toda una vida.

La fractura viene provocada por un abuso sexual en el cuerpo de una niña. Un hecho muy concreto que la autora afirmó que está muy extendido. En lo venidero el cuerpo vulnerado y su relación con el otro sigue siendo violenta por la incapacidad de llegar al afecto y a la confianza. Hay una parte del libro sobre animales que vienen a trabajar lo esencial, buscar la voz en lo mínimo y lo salvaje, que conecta con el cuerpo herido. «La parte del hambre es cuando llegas a otro desde un cuerpo vaciado y extenuado. El final trata de ver la luz, pero para ver esa luz hay que nombrar y enunciar. Escribo para entenderme y para entender al otro».

Agustín Márquez valoró formar parte de esta familia que siempre te acoge, en referencia a Candaya, «una editorial que defiende lo que publica». El autor de ‘La última vez que fue ayer’ (2019) contó que hasta los 32 años su vida transcurrió en un barrio de Leganés, hasta que se mudó a Alcobendas, en la zona norte de Madrid. Cada fin de semana volvía a Leganés a comer con su familia, y empezó a ser consciente del cambio que se producía no solo en las personas sino en su entorno. Escribió sobre ello, y lo hizo a través de una novela que está formada por tres bloques, que corresponden con los años 1988, 1992 y 1994. «Son años en que España cambió mucho a nivel sociológico y económico».

Un tiempo en que empieza a cambiar el entorno y surgen las llamadas urbanizaciones. El protagonista es un chico de barrio que no opina, en un principio, mientras aparecen tipos como la prostituta, el camello… vecinos que se han ido y vecinos nuevos que han llegado. El narrador no encuentra su lugar porque siempre está pensando en el barrio del 88. Hay un personaje, ‘la Jessi’, que echa en falta el mundo anterior que vivió. Los personajes no tienen nombres, pero sí los objetos. Esto tiene que ver con cómo el progreso ha impactado a los barrios, cómo muchos de ellos han desaparecido con las nuevas urbanizaciones. El progreso ha traído cosas buenas y no tan buenas, según Márquez, como la desaparición de parte del entorno de esos barrios. «Para mí el progreso ha cosificado a las personas y ha personificado las cosas».

Jesús García Cívico, jurista, crítico cinematográfico y autor de ‘La condición despistada’ (2022), invitó a vagar a través de este ensayo sobre el despiste en la creación desde el mito hasta el último tuit en redes sociales sobre la economía de la atención. «Nunca he querido idealizar el despiste», aseguro. Habló de la isla aérea de Laputa en ‘Los viajes de Guilliver’, de Swift; de ‘La cuerda sensible’, de Magritte; de ‘Perdidiza’, de María Zambrano, o de ‘Paranoid Park’, de Gus van Sant. «Fue una oportunidad de hacer converger una serie de inquietudes que no siempre se pueden expresar, y reflejar figuras de mi imaginario personal. Explorar sin agotar las posibilidades de un tema».

A lo largo de nuestra vida, dijo García Cívico, «mucho más del 80% nos la pasamos en otra parte». Entre las referencias sobre el despiste citó a muchos autores que abordaron este tema, no solo en la literatura, sino en el cine. El vuelo de la mosca, la pérdida de la cabeza, el olvido de objetos, los que tienen la mente en otra parte, los desaparecidos y los objetos que aparecen… en la película de ‘El resplandor’, basada en la novela de Stephen King, el personaje de Jack Nicholson se pierde en un laberinto. Acabó su intervención con la imagen de un pingüino perdido en el fin del mundo. ¿Pueden despistarse los animales? A veces pierden la orientación. Nos pasa a todos.