El Amarre, diez años junto al mar

A Chema le gustan más los toros que servir ternera gallega. Aunque iba para torero, el propietario de El Amarre ha terminado formando un proyecto gastronómico que refleja, en cierta manera, su forma de ser donde hay mucho de trabajo, cercanía, discreción y calidad en los productos.

Del restaurante a mí me gusta mucho la barra, aunque la frecuento poco. Un comedor interior con cinco mesas y una terraza bien acomodada completan los distintos espacios. También me gusta sentarme en una mesa alta de las ventanas que dan al interior de la barra e ir pidiendo tapas y cañas a buen ritmo.

En la carta podemos encontrar los ‘hits’ más conocidos del recetario murciano desde la marinera, los caballitos, tigres, salazones o croquetas; algunos más actualizados con el atún como principal protagonista como tartar, tataki o sashimi o bacalao encebollado, cazuelas de pescados, gambas y almejas, calamares, revueltos, alcachofas en escabeche, huevos rotos, contundentes ensaladas, mariscos hervidos y a la plancha; carnes tan variadas como rabo de toro cordobés, manitas de cerdo, entrecot, chuletitas de cabrito y montaditos de solomillo con foie, mostaza o mantequilla; y arroz marinero o de bogavante. Como veis, una carta amplísima que intenta satisfacer a todo el mundo y que, en condiciones normales, lo hace.

En esta última visita recibo un magnífico pulpo a la murciana, tierno y sabroso, con reducciones de jugos intensos y un chorrito de aceite por encima marca de la casa. Chema me ofrece unos berberechos al vapor y, aunque le aviso de que vengo de un reciente viaje por Galicia, sonríe y mantiene el tipo como José Tomás en Las Ventas. «Si te lo recomiendo es porque es bueno», me dice tajante. Efectivamente, el berberecho es bueno. Buen tamaño y con una leve cocción que deja casi cuajada la carne, pero la marca de la casa de ponerle un chorrito de aceite virgen extra le resta un poco del sabor a mar.

Continuo con un charrete frito a la perfección que me voy comiendo con las manos como si fuesen pipas. Le pongo unas gotas de limón y voy cogiéndolos por la cola uno a uno. De charretes hay una gran variedad de proveedores y es complicado encontrarlos frescos y ricos. Estos de El Amarre quedan sabrosos, con un buen sabor a mar. Más o menos le pasan a los boquerones al ajillo con ajos tiernos. En este caso el pescado llega abierto en forma de libro con una buena cantidad de aceite y un punto de vinagre. Deliciosos.

Para terminar, un montadito de solomillo con foie. Éste, que es uno de los bocados que tiene más trabajados, se ha pasado un poco de cocción. Además, el panecillo, aunque viene tostado y con un poco de mantequilla que le da mucha melosidad, si fuese artesanal el resultado sería más convincente.

Me quedo con las ganas de probar los arroces y unas chuletitas de cabrito con ajos fritos, pero eso lo dejo para la próxima, que aún queda año para seguir celebrando una década de Chema y El Amarre.

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