La ‘vuelta al cole’ del sector vitícola

Un par de siglos antes de Cristo, en el Medio Oriente iniciaron una tradición agrícola que más tarde correría al mismo ritmo que la propia historia. Aunque no se conoce la fecha exacta, se sabe que sumerios, babilonios y egipcios ya practicaban la viticultura, elaboraban vino y representaban escenas de vendimia en sus jeroglíficos. Con ellos se inició una cultura del vino que pasó por la Antigüedad como un acto de gran importancia social y religiosa, llegó a la Revolución Francesa con cambios significativos en la industria y desembarcó en la actualidad con la vendimia como época destacada del año para aquellos que se dedican a la cosecha de uva.

Todos ellos siguen un calendario especial que comienza a principios de septiembre con el ‘inicio de curso’ vitícola. Con los últimos días del verano y la uva en su grado óptimo de maduración, los vendimiadores se echan al campo con sus guantes, tijeras y capazos para recoger los frutos que darán una nueva añada en las bodegas. El proceso varía según los tipos de uva y, sobre todo, las condiciones meteorológicas a las que se haya enfrentado la tierra durante la cosecha. Es la principal dificultad a la que se enfrenta el sector vitícola de la Región, una zona tradicionalmente marcada por la sequía y el estrés hídrico que toma la palabra resiliencia como punto de partida ante un año con un índice de lluvias incluso por debajo de la media.

Así lo consideran desde la Denominación de Origen Protegida (DOP) Jumilla, donde la directora de Comunicación, Esther González, habla de mermas en la producción de hasta el 50%: «Con una precipitación media anual de 300 mm, este año ha llovido menos de 150 mm con el consecuente impacto en las viñas, que no han llegado a brotar o se han secado». El resultado es una previsión de la producción «muy baja en cantidad, pero muy buena en calidad», asegura Esther como representante de una DO en su mejor momento en cuanto al posicionamiento y reconocimiento gracias a «la historia de resiliencia de la Monastrell de Jumilla y su increíble patrimonio de viñedo viejo». A ello contribuyen acciones como la tercera edición de Matavendimia, la Feria del Vino y del Enoturismo que reúne a las bodegas de la zona en el Mercado de Abastos de la localidad el 26 y 27 de octubre para ofrecer degustaciones, catas y actuaciones musicales.

Entre los participantes, figura Juan Gil, una de las principales bodegas de la DO, que se ha encontrado con mermas del 60% en un año «realmente complicado» en la producción de la Monastrell, una uva de secano que ya encadena tres temporadas «con una situación insostenible». Las lluvias de septiembre han supuesto una cierta recuperación para un viñedo que está culminando la maduración «en unas condiciones realmente sorprendentes», afirma Bartolomé Abellán, enólogo de la bodega, para quien las plagas fruto del exceso de calor continuado son un problema añadido. A pesar de ello, no duda de la calidad de los vinos que van a resultar, entre los que figurarán nuevos productos y un proyecto especial que verán la luz a final de año.

En un sentido similar se mueve la campaña de Viña Elena, una bodega que toma cada vendimia como un reto nuevo y un aprendizaje: «No seguimos una receta fija, porque cada año las condiciones son diferentes. Uno de los grandes desafíos en 2024 ha sido gestionar el viñedo bajo condiciones climáticas cada vez más duras», explica la gerente, Elena Pacheco. Sus más recientes novedades pasan por el campo, con la plantación de nuevas parcelas de Monastrell, Garnacha tinta y nuevas variedades de uva blanca, «ya que la tendencia del mercado está inclinándose hacia el consumo de estos vinos, más fluidos y no tan concentrados». La adaptación a las condiciones climáticas es su reto, lo que les permitirá seguir ofreciendo vinos con la esencia del terruño, mientras hacen frente a los desafíos del cambio climático.

La única DOP unimunicipal

En Yecla también se han dado cuenta del indicio en los cambios de consumo, con una reducción de los tintos alrededor de un 20% no solo en España, sino también a nivel mundial. «Hemos visto una distorsión en perjuicio de nuestra zona como productores de tinto», declara Rafael Verdú, presidente de la DOP Yecla. A ello se suma el repetido problema de la situación climática adversa, porque «no hay denominación de origen en España que esté en la circunstancia que está nuestra zona (incluyendo Jumilla, parte de Almansa y Alicante)». El problema es tal que hay parcelas que este año no se van a vendimiar, sobre todo en las zonas de secano, lo que les lleva a temer que ciertas parcelas antiguas no puedan llegar a recuperarse.

Como DO, su objetivo es hacer frente a estos problemas, así como a otra consecuencia indirecta de la sequía: los animales, que han necesitado comer, han acabado con muchos racimos de uvas, lo que conlleva más pérdida. Frente a ello, la DO se pone del lado del agricultor con apoyo frente al pago de tasas y la promoción del nombre de Yecla en los vinos. Son la única denominación de origen de España formada por un único municipio y, como tal, unen la cultura de sus vinos con la actividad turísticica y su patrimonio, pero además no dejan de apostar por acciones comerciales, como ferias, para seguir creciendo a nivel nacional.

Es el reto actual que se plantean en Bodegas Barahonda. Presentes en 40 países, ahora buscan ampliar su presencia en España, haciendo de Barahonda una experiencia completa. Antonio y Alfredo Candela son la cuarta generación de una empresa familiar que cumple cien años en 2025 con sus raíces yeclanas por bandera. «El centenario y un proyecto de comunicación aún por desvelar son las grandes novedades de Barahonda para los próximos meses», adelanta Antonio, quien habla de su empresa como una experiencia enoturística única: «Nuestros vinos y la oferta gastronómica del restaurante, con un Sol Repsol, nos llevan a diferenciarnos y sentirnos el altavoz de un buen número de empresas conocidas a nivel mundial que siguen en Yecla».

«El secano está abandonado»

Los problemas que sufren los viticultores del Altiplano se repiten en la DOP Bullas, la más pequeña de las tres que tiene la Región de Murcia. Su viñedo frágil se enfrenta a la sequía y a una dificultad, desgraciadamente, común en el campo: la falta de relevo generacional que da lugar a una escasa mano de obra. Francisco Carreño es el presidente de la DOP, así como de las Bodegas Nuestra Señora del Rosario, la cooperativa que suma el 95% de las exportaciones de Bullas. Aunque comenzaron su andadura como empresa dedicada a la producción de vino a granel, el año pasado todo el que se vendió fue embotellado, lo que supone una auténtica revolución para un sector «en un estado frágil», como lo describe Carreño. Siguiendo su línea de constante innovación para adecuarse a lo que pide el mercado, su apuesta también pasa por los vinos blancos, un consumo en aumento: además de su Niño de las Uvas, a finales de este año sacarán El Borde.

Carreño, que habla desde el punto de vista del Consejo y de la cooperativa, considera que el sector necesita apoyo de la Administración para hacer frente a los desafíos: «El secano del interior, y el viticultor en concreto, está bastante abandonado. Hay problemas como la falta de recambio generacional o el hecho de que no llueva que nos sobrepasan, pero sí podemos minimizar las excesivas trabas y burocracia». Mediante elementos como ayudas a los gastos fijos o los seguros agrarios, pide que «se mime a los que están ahí para evitar que se vayan y el territorio se quede sin cultivo». En definitiva, que se cuide y se dé el lugar que merece al sector vitícola de la Región.

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