Daniel García Andújar
Sábado, 30 de noviembre 2024, 07:48
El 17 de julio de 1883, día en que se aprobó en Caravaca que la calle Rafael Tegeo lleve ese nombre, se lee en ‘El Diario de Murcia’: «Por nuestro amigo Pablo Angosto y Jaén se propuso en la última sesión de Caravaca la colocación de una lápida en la casa donde vivió el célebre pintor caravaqueño D. Rafael Tegeo; acordándose a la vez, se pusiese a una de las calles principales su nombre». El pasado miércoles 27, día del nacimiento de Tegeo en Caravaca el año 1798, el Ayuntamiento cumplió ese deseo que acumulaba ya 136 años. La ciudad siempre le debió este homenaje al más ilustre de sus artistas, el más influyente de los pintores nacidos en el viejo Reino de Murcia junto a Orrente y Pedro Fernández.
Desde entonces prácticamente todos los consistorios y administraciones regionales han tenido sobre la mesa esta muestra. En 1964 se quiso hacer una gran antológica en su ciudad natal que se quedó en una exposición de arte caravaqueño con un par de cuadros del maestro. La dificultad era enorme, la mayoría de cuadros están en museos nacionales y colecciones fuera de la Región de Murcia; la ambición del proyecto es demasiado grande y no siempre se alinearon los astros. De hecho nunca lo hicieron.
Hoy cumplimos ese sueño con una exposición que debemos aprovechar, una ocasión excepcional que difícilmente se repetirá. Esta gran propuesta consta de dos bloques. El primero queda delimitado por la nave de la antigua Iglesia de la Compañía, que corresponde a la retrospectiva de Tegeo. El orden une lo cronológico con lo temático. Tegeo fue un retratista pero tiene piezas muy relevantes en la pintura religiosa, la mitológica y la histórica, todas representadas aquí. Las primeras capillas muestran sus obras primeras junto a los miembros más relevantes de su generación: Vicente López, Esquivel o Alenza entre ellos junto a sus maestros, fundamentalmente José Aparicio, Santiago Baglietto o Fernando Brambila. En este entorno figura el Tobías.
En una segunda fase está la evolución de su retratística, con algunas de sus obra maestras, como las tres que cuelgan en el MUBAM y los mejores retratos del Prado, entre ellos el de su hija y el de su mujer. Llegando al crucero se enfrentan sus obras maestras en gran formato de cada género junto a los grandes retratos de su periodo de madurez, después de su paso por Cehegín y su ciudad natal en 1841. En la última fase y como transición a la sacristía se estudia el influjo de Tegeo en el arte murciano de su tiempo con cuatro nombres esenciales: Germán Hernández Amores, Domingo Valdivieso, Pascual Valls y Juan Martínez Pozo.
La sacristía plantea una historia política, social y cultural del siglo XIX, se pretende acotar la figura en su contexto y su figura como liberal. A través de grabados, documentos, proclamas políticas, pinturas y libros se pretende mostrar en hitos visuales y fácilmente comprensibles la historia del siglo desde los ‘Desastres de la guerra’ de Goya a la muerte de Emilio Castelar en San Pedro del Pinatar. Dos figuras centrales marcan este relato: Fernando VII y su hija Isabel II. La historia política a través de imágenes de Riego o Torrijos se cuentan con libros, como la Constitución de 1812 o los edictos de Isabel II sobre la de 1837. Este espacio muestra también pintura y escultura, así como algunos objetos que acercan al espectador al espíritu del tiempo de Tegeo, terminando el relato con una imagen de Alfonso XII, hijo de Isabel II, visitando la huerta de Murcia tras la riada de Santa Teresa, en 1879.
A través de 240 páginas el catálogo recorre y analiza la obra y vida de Tegeo desde cuatro puntos de vista por cuatro autores. Antonio González Ariza, Daniel Genaro Pérez Tárraga y Daniel García Andújar. La exhumación de datos nuevos sobre Tegeo ha sido excelente, permitiendo conocer mucho mejor y en más profundidad tanto su obra como la repercusión que esta tuvo tanto en la Región de Murcia como fuera.
La catalogación de la obra incluye pinturas no catalogadas desde 1944 en algunos casos y vincula épocas generando contextos que explican el desarrollo de su retratística o los componentes políticos de su pintura mitológica o de historia. También se ha incluido una biografía actualizada, elaborada por dos de los máximos expertos en Tegeo.
Cuando se visite propongo al lector un tiempo para disfrutar y escrutar ‘Ibrahim-el-Djerbi o el Moro Santo’, como se ha llamado este episodio del sitio de Málaga en el que un andalusí intentó asesinar a los Reyes Católicos, una de las obras maestras de Patrimonio Nacional, que viene del Palacio Real. Es tal vez su obra cumbre, un cuadro muy difícil de ver, excepcionalmente grande e intenso, una pieza insuperable que habla del orgullo de saberse un genio no siempre reconocido como debió. Solo este cuadro merece una visita a Caravaca.
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