De la mañana ‘morá’ a una tarde de fervor en Murcia

De la mañana ‘morá’ a una tarde de fervor en Murcia

Muchos andan precavidos para la mañana ‘morá’ más bella. Porque lo que hoy sucederá, si el tiempo lo permite (no hay previsión de lluvia), viene anunciándose desde que Nuestro Padre Jesús, el titular de la cofradía que inunda de historia y arte la Semana Santa murciana, fue trasladado al convento de las Agustinas, sus camareras. Y luego volvió a proclamarse en su retorno del pasado Miércoles Santo. O en la convocatoria de mayordomos y tercios de burla que llenaron de música la ciudad.

Para los menos avisados, ayer se produjo el último y definitivo aviso, en esa ocasión a cargo de los auroros que cantan las remotas correlativas en la plaza de San Agustín mientras los cofrades de La Oración montaban la mítica palmera, se exponían los pasos en la iglesia y se celebraban los llamados cabildillos: las reuniones de los mayordomos para organizar la estación de penitencia más afamada de la ciudad. Solo restará un aviso, esta misma mañana, tan histórico como indispensable: el pendón de Jesús bajo el dintel de su templo anunciando que sale a las calles el cortejo ‘morao’.

El primer paso, la Santa Cena fue realizado por Salzillo en 1761. Cada imagen muestra una expresión que evidencia su carácter. Así, la admiración de San Andrés mirando a Cristo, la emoción de San Judas Tadeo, la reflexión de San Felipe o el asombro de San Simón se suman al desprecio de Judas Iscariote. Salzillo no le talló camisola (signo de limpieza) y la cenefa de su cuello es de plata, no de oro como el resto. Espléndida mesa adornada con vajilla de plata, fino mantel y excelentes manjares.

Desfila en segundo lugar la Oración en el Huerto (1754). Una leyenda muy extendida asegura que el ángel que consuela a Jesús fue esculpido por inspiración divina. A continuación desfila El Prendimiento o El Beso (1763), en el que destaca la mano alzada de San Pedro, el más perfecto estudio anatómico.

Traslado el pasado miércoles de Nuestro Padre Jesús Nazareno desde el convento de las Agustinas.

Traslado el pasado miércoles de Nuestro Padre Jesús Nazareno desde el convento de las Agustinas.


Nacho García / AGM

La última obra realizada para la cofradía, el paso de Los Azotes (1778), figura en cuarto lugar, seguido por la Santa Mujer Verónica (1755). A continuación, delante del titular, va el paso de La Caída (1752). El grupo está compuesto por Jesús, Simón de Cirene, dos sayones y un romano. Contiene el trono uno de los anacronismos de Salzillo: el soldado viste una armadura de finales del siglo XVI.

Nuestro Padre Jesús Nazareno es la única talla del cortejo que no salió del taller de Salzillo. Está atribuido a Juan de Aguilera (1601). Después, San Juan (1756) parece que camina solo. Cerrará el cortejo la Dolorosa (1755), con los ángeles a sus pies.

Arte en la noche

Apenas se habrá recuperado la urbe del paso de Jesús, cuando tres cofradías completarán el Viernes Santo con sendas procesiones de similar tradición y que despiertan idéntico fervor entre los murcianos. Misericordia, Servitas y Sepulcro sentenciarán una de las más grandes jornadas nazarenas.

El primer cortejo partirá desde San Bartolomé. En él se podrá admirar al Ángel Servita atribuido a Vicente Hernández Couquet (1858). Detrás, María Santísima de las Angustias, talla de Francisco Salzillo (1739), icono de su producción entre túnicas negras y detalles de azul.

Cantos de los auroros, ayer en la plaza de San Agustín.

Cantos de los auroros, ayer en la plaza de San Agustín.


Nacho García / AGM

La segunda cofradía sale también desde San Bartolomé, donde se formará el cortejo, de negro, de la Cofradía del Santo Sepulcro de Nuestro Señor Jesucristo, conocida como procesión del Santo Entierro. Se trata del antiguo desfile oficial de la ciudad, con representación del Cabildo de Cofradías, el Ayuntamiento de Murcia, gremios y otras instituciones oficiales.

Entre sus pasos se encuentra el Cristo de Santa Clara la Real, de Francisco Salzillo (1770), la Virgen de la Amargura, de González Moreno (1946), el Santo Sepulcro (1941) y San Juan Evangelista (1952), ambos del mismo autor, y la Santísima Virgen de la Soledad, un anónimo del siglo XVII.

Y desde la iglesia de San Esteban arrancará la última cofradía del Viernes Santo. Sus imágenes son Jesús Nazareno, de Roque López (1797), el Santísimo Cristo de la Misericordia, de Domingo Beltrán (siglo XVI), el Sagrado Descendimiento, de José Hernández Navarro (2001), y Nuestra Señora Madre de la Misericordia, de Sánchez Lozano (1922). Las túnicas de esta institución son negras y el capuz magenta, lo que antaño le valió el sobrenombre de procesión de los pavos.

Así concluirá este viernes ya entrada la noche. Solo restarán dos procesiones más hasta llegar a las vigilias pascuales que organizaran todas las parroquias de la ciudad con la participación de miles de cristianos. Los preparativos de ambas citas comenzarán mañana a primera hora, víspera de la salida de la colorida procesión del Resucitado.

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