«Para llegar a 105 años hay que dejarlos pasar»

«Para llegar a 105 años hay que dejarlos pasar»

Juan Caravaca Botía (Murcia, 28 de marzo de 1919) nació en La Albatalía poco después del fin de la Primera Guerra Mundial y este miércoles ha celebrado sus 105 años en la residencia de mayores Montepinar, de El Esparragal. Lo ha hecho acompañado por sus tres hijos Gloria, Marita y Francisco José, su yerno Andrés, su nieta Ruth, su bisnieta Eris y la consejera de Política Social, Conchita Ruiz. Y desde allí ha explicado a LA VERDAD que el secreto para vivir tantos años está en «dejarlos pasar». Se llega tan lejos, añade, «no pensando en los años».

La vida de Juan Caravaca ha sido larga y de mucho trabajo. Él no se cansa de decirlo: «Trabajaba entre 10 y 15 horas al día para sacar adelante a mi familia». Se esforzó tanto que vio el mar, por primera vez, a los 60 años.

Ahora, desde la longevidad sólo tiene un deseo: «Que la muerte sea dulce, que sea buena». Al pasado, tampoco hay que darle más vueltas. «He pasado muchas calamidades. La guerra fue fatal». Cuando mira para atrás, recuerda una Murcia pequeña, con muy pocas casas.

Con una memoria privilegiada, Juan Caravaca asegura que «se acuerda de todo». Hijo de Francisco y María Antonia, él es el sexto de ocho hijos: Paco, Pepe, Ricardo, Antonio, Victoria, Juan, Ángel y Perete. Tuvo otros dos hermano, pero murieron.

Juan Caravaca Botía, junto a sus familiares, durante la celebración de su 105 cumpleaños.

Juan Caravaca Botía, junto a sus familiares, durante la celebración de su 105 cumpleaños.


Nacho García / AGM

Vivió junto a su familia en la huerta, rodeado de animales y dos tahúllas de tierra. Recuerda que su padre estuvo en la guerra de Filipinas, fue de los últimos de Filipinas y al volver lo enviaron a Cuba de donde «volvió cantando». En Murcia dejó a la madre de Juan Caravaca, doña María Antonia, en casa, criando a todos los hijos.

Juan Caravaca estudió en el colegio de La Albatalía. De aquellos años recuerda con cariño a su profesor Don Ángel, que peinaba canas con 70 años, pero seguía dando clases porque no se podía jubilar. Era gallego y tenía un carácter especial. Juan no pudo terminar los estudios porque siempre estaba enfermo. Sufrió úlceras y paludismo, pero la enfermedad no marcó su infancia. Confiesa que de niño lo único que hacía era divertirse.

Cuando creció, Juan Caravaca trabajó en la agricultura y en una fábrica de elaboración de suelas de goma, pero muy pronto se dedicó a la hostelería. Llevaba un bar, pero a los 16 años fue llamado a filas y partió a la Guerra Civil.

Durante la mili, conoció a su esposa, María Luisa, en Espinardo. Tenía 22 años. Tras cuatro de noviazgo terminaron pasando por la Vicaría. Para entonces ya había acabado el servicio militar.

Al terminar la guerra, Juan Caravaca se fue a vivir a Alguazas y trabajó en el bar del Gafas unos cuatro años. Luego regresó a Murcia, entró como camarero en el bar Tudanca otros 25 años. En ese punto cambió su vida y se dedicó al comercio de perfumes hasta su jubilación.

Cuando cumplió 28, Juan Caravaca tuvo a su primera hija, Marita, en 1948. Dos años más tarde, en 1950, nació Gloria, y en 1960 vino al mundo su tercer y último hijo, Francisco.

La propina de Antonio Machín

Una de las anécdotas que más le gusta contar es cuando conoció a Antonio Machín en El Oriental, un local en el que Juan trabajaba de camarero. Allí se presentó el cantante con una mini orquesta, y al servirle, Machín se quedó tan contento que le dio 5 duros de propina.

Juan Caravaca ingresó en la residencia Montepinar el 1 de agosto de 2020, el año de la pandemia. Se presentó diciendo que tenía 1 año, porque por aquel entonces ya había cumplido los 101, y a partir de los 100, la cuenta empieza de nuevo.

En la residencia habitualmente pasa el día en su habitación, la 311, de la segunda planta, donde disfruta de tertulias con su compañero Santiago. Por las mañanas después del desayuno, enfila con su silla de ruedas hacia el gimnasio. Hace un poco de bicicleta para reforzar las piernas y practica ejercicios autopasivos para fortalecer los brazos y con ello poder seguir manteniéndose en forma y llevar una vida saludable.

Después suele salir al jardín a contemplar el huerto terapéutico y ver si necesita agua. Sino, sube a su habitación, se sienta junto a los grandes ventanales que dan a la urbanización a observar las vistas, leer el periódico, y a esperar la hora de la comida. Su plato favorito son los huevos con patatas fritas. Lo que menos gracia le hace es el pescado.

A su edad, Juan Caravaca se apunta a las excursiones de la residencia, va a las sesiones de cine de los lunes por la tarde y no se pierde el Pasapalabra de los miércoles. El dominó y el caliche son sus juegos de mesa favoritos y es habitual verlo en los bailes.

Tres hijos, siete nietos y seis bisnietos

Juan Caravaca ha vivido mucho, pero de lo que más orgulloso está es de la familia que ha creado junto a sus 3 hijos, 7 nietos y 6 bisnietos. Él es muy casero y recibe visitas prácticamentetodos los días. Su gente lo saca al jardín a pasear y a tomar el sol y lo ponen al día de lo que ocurre en casa.

En diciembre pasado, fue proclamado Rey de la Residencia. Ese título lo ostentará durante todo este año.

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