La Europa verde puede desteñir

La Europa verde puede desteñir

Martes, 28 de mayo 2024, 12:54

Si las ciudades limitan la circulación de los vehículos más contaminantes responden así a las órdenes de una directiva europea. Si las empresas están obligadas ahora a presentar informes detallando en qué grado militan en la sostenibilidad, también. Y si el impuesto de basuras que debe pagar cada ciudadano sube en breve será porque Europa castiga a aquellos municipios que reciclen menos y abusen del vertedero.

Estas y otras muchas políticas aprobadas e impulsadas por los estados miembro de la UE en los últimos años han integrado lo que se conoce como ‘agenda verde europea’. Una hoja de ruta que realmente ha tenido impacto en la ciudadanía.

Antes de 2019, pero especialmente desde la vicepresidencia de Pacto Verde liderada hasta hace unos meses por el socialista holandés Frans Thimmermans, ha sido uno de los sellos de identidad de esta legislatura que ahora termina. La presidenta conservadora de la Comisión, Ursula Von Der Leyen, también ha abanderado políticas de descarbonización, en pos de alcanzar una Europa cero emisiones en 2050. Pero la velocidad de crucero a la que se sucedían las normas medioambientales pueden empezar a toparse con serios frenos.

Tres frentes son los que amenazan con ‘desteñir’ las políticas verdes: el auge de los partidos de ultraderecha, abiertamente negacionistas del cambio climático y contrarios al proyecto europeísta; la presión social frente a políticas impopulares como las últimas que afectaban a los agricultores, que provocó la rectificación de Von Der Leyen; y, por último, el contexto económico y geopolítico, que obliga a pensar más en la seguridad y la democracia, así como en la competitividad frente a la carrera tecnológica de superpotencias como China y EE UU.

  1. Encuestas

    Entre el auge de la ultraderecha y la ambigüedad conservadora

«La socialdemocracia clásica y conservadora está en crisis. Y por los extremos se están consiguiendo apoyos», diagnostica el profesor del Grado en Relaciones Internacionales de la Universidad Francisco de Vitoria, Tomás Gómez, sobre el auge de los partidos anti europeístas, muchos de ellos negacionistas, de cara a la próxima cita electoral europea.

Para Gómez, la aparición de partidos más radicales no es tanto un problema a largo plazo, porque -opina- la tendencia es que se esté volviendo a un bipartidismo clásico. Pero sí adivierte de que pueden tener influencia política en una coyuntura delicada que sí puede dejar efectos a largo plazo en el entorno.

«En la configuración que salga de la cámara se va a ver si puede ser protagonista de una marcha atrás en el proyecto europeo; proyecto en el que el Pacto Verde es la parte más vulnerable», apunta Gómez. Para el profesor de la UFV, sería una pena porque este Pacto Verde es un referente mundial de gobernabilidad. «En Latinoamérica, por ejemplo, se está legislando con su ejemplo», recuerda.

Lo cierto es que las encuestas en marzo ya apuntaban a una subida importante de los partidos euroescépticos y de la extrema derecha en el Parlamento Europeo. Alicia Torrego, directora de la Fundación Conama, organizadora junto a Ecounión de un breafing sobre las próxima cita electoral, advierte de que esta tendencia va de la mano del debilitamiento de las familias políticas que apoyan el citado Pacto Verde Europeo. «El PPE y La Izquierda (GUE/NGL) los únicos de estas fuerzas que mejorarían sus resultados de 2019», detalla. Los socialdemócratas (S&D), los Verdes y los liberales del grupo Renew perderían alrededor de una veintena de asientos cada uno.

«Que el retroceso que se teme se produzca o no dependerá de hasta qué medida los conservadores europeos asuman el discurso ultra o se distancien de él»

Cristina Monge

Politóloga

Están por ver los resultados y hay voces que dudan de si este auge es realmente tal. La politóloga experta en transición ecológica Cristina Monge es una de ellas. Considera que no se puede hacer «tábula rasa». «Las encuestas están reflejando un crecimiento de estos grupos coherente con el ascenso que muchos de ellos están teniendo en los últimos años en muchos Estados miembro, llegando incluso a formar parte de sus gobiernos. No obstante, en cada Estado hay una situación sociopolítica distinta; en unos están ascendiendo pero en otros bajan o se estancan, y además presentan características muy diferentes. Lo que tienen en común es que aglutinan un descontento que va en aumento, y eso debería llevarnos a la pregunta de qué es lo que está fallando en las democracias occidentales». La crisis de la que hablaba Gómez está en el fondo de esta cuestión.

Monge ve más riesgo en que partidos conservadores cambien de rumbo con respecto a las políticas verdes, que en el auge de los radicales. «Que el retroceso que se teme se produzca o no dependerá de hasta qué medida los conservadores (no ultras) europeos asuman ese discurso o se distancien de él. Es clave que estas formaciones, de carácter liberal o democratacristiano, marquen sus prioridades y sigan haciendo suyas, al menos, las líneas del Pacto Verde Europeo».

  1. El discurso

    La presión social frente a algunas políticas verdes, el reto

De momento, el PP europeo no es claro al respecto. «Se mantienen en posiciones ambiguas, lo cual ya es un problema porque no estamos en un momento como para ralentizar -prosigue Monge- sino que es clave avanzar con más ambición, más velocidad y más justicia social. Si se miran los avances de la crisis climática respecto a los de la transición ecológica podremos ver que una ralentización de las medidas ambientales es, en el fondo, un retroceso que no nos podemos permitir».

Cuando se habla de ralentización, de paso atrás, viene a la mente la reciente rebaja de exigencias en materia medioambiental para los agricultores, después de que el sector presionara con multitudinarias protestas. ¿Es este un primer síntoma de lo que vendrá?

«Esperemos que no -valora la politóloga experta en transición ecológica- pero es posible que así sea si no se marcan bien las prioridades y si los conservadores asumen los postulados de la ultraderecha en esta materia».

«No se alcanzarán los objetivos climáticos a no ser que en la próxima legislatura se acelere la implementación de las normativas ya aprobadas y se movilice la inversión»

Alicia Torrego

Fundación Conama

La transición en la que está inmersa Europa es ambiciosa. Ya no basta con compensar la contaminación; no basta con plantar árboles que palien el CO2 que emite una empresa, un organismo público. El objetivo de la UE es no emitir. «Y esto toca de lleno a todo un modelo productivo y por lo tanto a las empresas», recuerda el profesor de Relaciones Internacionales de la UFV.

Digamos que el proyecto es tan ambicioso que, desde su punto de vista, sea cual sea la composición de la cámara, se producirán «fuerzas reactivas» que intentarán frenar medidas de distinta índole, tanto en un sentido como en otro, y habrá que salvar, de seguro, muchos obstáculos. «Sobre el auge de los partidos políticos que no creen en la gobernanza de Europa soy pesimista», concluye.

Sobre las políticas más sensibles, esto es, las que corren más riesgo de no llegar a buen puerto por los movimientos ultraderechistas, se sitúan las relativas a la tierra. En opinión de Cristina Monge, «las que afectan al mundo rural, en especial a la agricultura, con todas sus derivadas, por ejemplo, en la gestión del agua, pueden ser las que conciten más rechazo por parte de los planteamientos de la ultraderecha».

  1. Las prioridades

    Más geopolítica, menos transición ecológica

Pero más allá del discurso, en la práctica ya se han dado pasos que hacen pensar en que las prioridades de la Europa del próximo lustro van a ser redefinidas. El primer borrador que se ha filtrado sobre la Agenda Estratégica de la UE para la próxima legislatura no hace mención expresa ni a la Biodiversidad ni a leyes de Naturaleza.

La mención a la transición verde se encuentra vinculada a la transición digital y a la competitividad tecnológica. Así, los tres ejes de acción definidos en el citado documento son una Europa fuerte y segura; una Europa próspera y competitiva y, finalmente, una Europa libre y democrática.

«Teniendo en cuenta que una de las cuatro prioridades de la anterior Agenda Estratégica 2019-2024 fue la construcción de ‘una Europa climáticamente neutra, ecológica, justa y social’, el escenario actual es mucho menos ambicioso y se corre el riesgo de ralentizar el avance de una transición ecológica justa», valora Torrego, quien recuerda que no se alcanzarán los objetivos climáticos fijados por la UE a no ser que en la próxima legislatura se acelere la implementación de las normativas ya aprobadas, junto a la movilización de mayores inversiones públicas y privadas».

En este sentido, un estudio del Institute for Climate Economics fija el déficit de inversión climática para alcanzar los objetivos de 2030 es de alrededor de 406 mil millones de euros al año (un 2,6% del PIB de la UE).

«Sea cual sea la composición que salga de la cámara habrá fuerzas reactivas en uno y otro sentido; habrá que muchos obstáculos que salvar»

Tomás Gómez

Profesor de Relaciones Internacionales UFV

Pero los contextos cambian y lo cierto es que ahora Europa tiene un problema de dependencia tecnológica -precisamente con todo aquello que tiene que ver con la transición ecológica está afectado- con China y EE UU, y tiene que ahondar en sus políticas de aranceles y de impulso de la innovación y el tejido productivo propio para defenderse del avance de estas dos superpotencias.

«Europa tiene que posicionarse y defenderse en esta guerra que libran Estados Unidos y China. A estos países lo que les importa es el PIB; su prioridad a la hora de tomar decisiones sobre el modelo productivo no es la descarbonización ni la transición ecológica, es solo económica», valora Tomás Gómez.

Además de concentrarse en políticas conducentes a la competitividad, la nueva cámara europea no puede ser ajena a la guerra que se libra en su territorio y la presión de Rusia. La defensa -y el rearme- puede escalar posiciones estratégicas frente a la carrera por la descarbonización.

¿Sufrirá ese freno? Está por ver quién presidirá la cámara europea y qué votan los ciudadanos el próximo 9 de junio. Pero, tal y como avisa el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Francisco de Vitoria, no sería nuevo. Ya Jean-Claude Junker paralizó en 2014 los planes de acción planteados por Joao Durao Barroso, su antecesor en la presidencia de la Eurocámara, cuando viró para apostar por su famoso «paquete de inversiones estratégicas».

La fatiga ecologista, un bulo

Que la ciudadanía europea adolece de ‘fatiga ecologista’ no se corresponde con los datos, ya que la mayoría de los votantes europeos sigue apoyando las políticas climáticas, así como que los partidos aumenten su ambición en este sentido. Según el Eurobaróetro de julio de 2023, para el 77% de los ciudadanos europeos, el cambio climático representa un problema muy serio. Casi las misma proporción, un 73%, está de acuerdo en que el coste de la inacción es mucho mayor que el de invertir en transición ecológica.

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