Muchas veces, encontramos en redes sociales el clásico debate de si la industria de los videojuegos AAA se está, cada vez más, simplificando a crear superproducciones desarrolladas en mente para vender millones y millones de copias, sin importar el cómo será el resultado final (encontrándonos con decepciones como Marvel’s Avengers o el cansancio que se respira alrededor de la franquicia Call of Duty). Y en este debate, muchos usuarios se posicionan en la opinión de que, en este momento, son los indies quienes ofrecen experiencias pequeñitas, más simples, pero más únicas, las cuáles los hacen destacar entre tanto videojuego. Hoy, toca hablar de Sable, y por qué es una pequeña joya a la que le falta mucho pulido, en este análisis de Sable.
Hace ya unos cuantos E3 (concretamente el de 2018) donde vimos por primera vez Sable, la obra de Shedworks que entró principalmente por los ojos, al utilizar esa dirección artística que se acerca tanto a las creaciones del artista Jean «Moebius» Giraud. Un juego que a simple vista, parecía una aventura muy relajante, muy personal, y que, después de haber acabado el título, podemos confirmar que es prácticamente lo que nos esperábamos de él: precioso en lo artístico, relajante, íntimo, pero con muchos fallos y falta de pulidez, que afean un conjunto que podría haber tocado la excelencia.
Un viaje de descubrimiento personal
Los usuarios que no han leído mucho sobre Sable, al ver el juego lo primero que pensaran: ¿de qué va? Ya que no sigue una estructura muy común en los videojuegos actuales (huye de los combates, los mapas gigantescos llenos de interrogantes y símbolos que descubrir o incluso de que el personaje pueda morir), Sable puede parecer, a primeras, un juego muy simple, pero es ahí donde destaca, en la simpleza de su jugabilidad, de su mundo, de su historia. Desde que títulos como Journey salieron al mercado, hemos podido ver como inspiraron a muchas obras posteriores tales como GRIS (desarrollado por el estudio catalán Nomada Studio), donde por encima de todo primaba el viaje que hacíamos y su dirección audiovisual.
Sable pone como prioridad los mismos aspectos: su dirección artística y su banda sonora (la cual contiene piezas musicales que se quedan grabadas a fuego en nuestra cabeza) y el viaje que nuestra pequeña protagonista llamada Sable vive. Aunque la trama podría estar mucho mejor llevada, ya que deja tanta libertad al usuario para que descubra por él mismo las misiones que se tienen que hacer, que llega un momento en el que te sientes totalmente perdido, en ocasiones sacándote de la experiencia, hay que decir que el trasfondo es mucho más de lo que a simple vista parece. Sin destripar mucho, la historia de nuestra pequeña es una de descubrimiento personal, de encontrar cuál es nuestro lugar en el mundo, mientras vamos averiguando y aprendiendo gracias a otros personajes y sus historias personales, algo no muy alejado a lo que puede pasar en la vida real.
Hablando del mundo y su exploración…
Aquí el título nos da una de cal y otra de arena. Su mundo está recreado de una manera espectacular, separado en zonas totalmente diferentes, con tribus/clanes únicos, y que nos dan la sensación de estar en territorio extranjero. La forma en la que vamos descubriendo el mapa bebe mucho de The Legend of Zelda: Breath of the Wild, tanto en la libertad que nos da al explorar, el cómo ponemos nosotros mismos las marcas para señalar un lugar, e incluso la idea que, desde un lugar muy alto, podamos descubrir nosotros mismos sin necesidad de mapa lugares interesantes. En ese aspecto, Sable aborda la exploración de una manera muy natural.
Pero no todo puede ser bonito, y es que Sable también tiene aspectos flojos o a los que les falta algo de pulido. Por poner un ejemplo muy claro: la movilidad de nuestra personaje mientras escala se ve muy lastrada muchas veces, ya que a la mínima que note una superficie plana, se subirá, y puede quedarse enganchada. Aunque parezca un fallo tonto y poco importante, cuando llevas a tus espaldas 7 horas, acaba cansando y lastrando la experiencia. Por otra parte, el manejo de la moto voladora es genial, dando una sensación de fluidez excelente, pero tiene muchos fallos, sobre todo en saltos o giros bruscos, donde las «alas» colisionan con el suelo y empiezan a hacer cosas extrañas, llegando incluso a buguearse y tener que cargar partida. Además, hay muchos problemas de rendimiento en temas de bajada del framerate que no deberían ocurrir (y menos en una Series X, donde hemos analizado el título).
Por último, hablemos de la cámara, y como es el mayor fallo de todo el juego. Sable se desarrolla en espacios muy abiertos, donde la cámara no se encuentra con ningún obstáculo, y ahí sí que funciona a la perfección. Pero cuando le toca trabajar en interiores es un auténtico dolor de cabeza, ya que cada vez que choca con cualquier superficie, se vuelve completamente loca y empieza a acercarse y alejarse de Sable, cosa que al usuario puede marear mucho (cosa que nos ha pasado, y no una o dos veces).
Aún con estos errores, Sable es, sin lugar a dudas, una pequeña joya
La obra de Shedworks tiene, como todos los juegos, luces y sombras. Pero lo que es totalmente indudable es la maravillosa sensación de libertad y exploración que sentimos, la misma que debe sentir Sable mientras vive su propio viaje a través de este exótico mundo que se nos presenta. Viajar a bordo de nuestra moto voladora, mientras la música compuesta por Japanese Breakfast suena, y vamos recorriendo los diferentes parajes del mundo es una auténtica delicia. Se nota que el estudio ha trabajado mucho para dar una sensación totalmente diferente a cada ciudad o poblado, para que no se sienta repetitivo en ningún momento. Mención especial a las misiones para conseguir las diferentes máscaras de las tribus, ya que hay alguna que otra que es para enmarcar.
Como broche final a este análisis, solamente queda recomendar Sable, ya que de una manera u otra, conectaremos en algún momento con el viaje que Sable tiene que vivir durante las horas que dura este título. Artísticamente y sonoramente precioso, sabe qué teclas tocar para enamorarte en un segundo (la introducción del título es majestuosa), y aún con fallos (el título está en perfecto inglés), es uno de los indies más «personales» que podemos encontrar ahora mismo en el mercado. Ahora, si os ha entrado el gusanillo de poneros en la piel de la pequeña Sable, y recorrer el vasto mundo con ella y vuestra moto voladora, dad un salto de fe y hacedlo. A lo mejor descubrís algo de vosotros mismos por el camino.
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